El Caballero Templario by Jan Guillou

El Caballero Templario by Jan Guillou

autor:Jan Guillou
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2003-03-01T00:00:00+00:00


VIII

En el plazo de unos pocos años, la vida de Cecilia Rosa en Gudhem cambió por completo. Los negocios del convento se habían visto transformados hasta tal punto que resultaban incomprensibles para la mente humana. A pesar de haber adquirido pocas tierras en esos últimos años, los ingresos de Gudhem se habían visto duplicados. Cecilia Rosa explicó una y otra vez que ese cambio sólo tenía que ver con mantenerlo todo en orden. Bueno, no sólo eso, solía reconocer cuando la madre Rikissa o alguna otra persona insistía en sus obstinadas preguntas. También se habían subido algunos precios. Un manto Folkung de Gudhem costaba tres veces más ahora que cuando se inició su administración. Pero tal y como predijo una vez el hermano Lucien, ahora los mantos se iban vendiendo a un ritmo tranquilo y constante y no como antes, que desaparecían todos en una semana. Así resultaba también más fácil planificar el trabajo y las familiares podían ir trabajando en el vestiarium sin necesidad de hacerlo todo de prisa y corriendo. Sólo podían comprarse las pieles necesarias para los mantos más exclusivos en primavera y en unos pocos mercados, y si se hubiese planificado mal, como se hacía antes, habrían acabado sin pieles y con demasiados encargos.

Actualmente los almacenes de pieles no quedaban nunca vacíos, el trabajo transcurría con uniformidad y, aun así, proporcionaba tanta plata que las arcas de Gudhem habrían reventado si la madre Rikissa no llega a encargar tantos trabajos de piedra a maestros picapedreros francos e ingleses. Con estas obras se hizo también visible la creciente riqueza de Gudhem para el ojo humano. Se había terminado la torre de la iglesia y ahora tenía una campana inglesa que emitía un hermoso son. También habían acabado de construirse los muros que rodeaban la parte interna del convento, así como las bóvedas que rodeaban todo el claustro.

Junto a la sacristía se habían construido dos nuevas salas en piedra que formaban una casa aparte. Aquél era el reino de Cecilia Rosa, allí reinaba entre libros y cofres de plata. En la habitación exterior había hecho construir unos estantes de madera con cientos de casillas, donde conservaba todos los documentos de donativos en un orden estricto que, sin embargo, sólo ella controlaba. Si la madre Rikissa iba a preguntarle acerca de una u otra propiedad, su valor o arriendo, Cecilia Rosa era capaz de encontrar sin ningún problema primero la carta de donación y leer lo que decía, y luego buscar en los libros hasta que encontraba la fecha del último pago del arriendo, lo que se había pagado con un estrecho margen de error y decir cuándo iba a realizarse el próximo. Cuando los arriendos tardaban en llegar, escribía una carta que la madre Rikissa firmaba y luego lacraba con el sello de la abadesa. La carta se enviaba entonces al obispo más cercano al arrendatario remolón y pronto se enviaban lacayos diligentes a cobrar el arriendo con un sencillo recordatorio o, en el caso de ser necesario, con formas un poco más duras.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.